“Esa misma noche partimos para las trincheras. Eran trincheras poco profundas, porque en cualquier parte donde se cavaba brotaba el agua a menos de un metro de profundidad; se habían construido bardas y parapetos de la altura de un hombre. Mi pelotón me pareció seco y reservado. Ni siquiera durante las guardias nocturnas los centinelas hablaban confidencialmente sobre ellos y sus familias, como los de mi pelotón del Regimiento Galés. Townsend, el sargento del pelotón, era un ex policía que estaba en la reserva cuando estalló la guerra. Manejaba a sus soldados más que dirigirlos. La Compañía A ocupaba la esquina de La Bombilla Roja; la trinchera de la primera línea se interrumpía poco antes de ese sitio y volvió a comenzar un poco más allá a la derecha, detrás de una zona pantanosa. El farol rojo pendía en la esquina, invisible para el enemigo; por la noche servía de señal a la compañía que teníamos detrás, a nuestra derecha, para que no disparara sobre nosotros. Todas las faenas se hacían en silencio, y con una eficacia militar desconocida en el Regimiento Galés.”
(...)
“A finales de agosto de 1915, los jóvenes oficiales del estado mayor comenzaron a enterarse de los detalles de una ofensiva próxima contra la Bassée. También los civiles franceses lo sabían, y por supuesto lo mismo ocurría con los alemanes. Todas las noches, la carretera de Béthune a la Bassée veía pasar nuevas baterías y camiones pesados con bombas. Otras señales de movimiento incluían las obras de excavación en Vermelles y Cambrin, donde las líneas quedaban demasiado lejos para permitir cruzar rápidamente la tierra de nadie, y la llegada de los nidos de ametralladoras con la orden de crear una nueva línea en el frente. También se recibieron órdenes para la evacuación de los hospitales; aparecieron divisiones de caballería y del Nuevo Ejército; llegaron nuevos tipos de armamento. Los oficiales del Real de Ingenieros supervisaban las excavaciones de pozos a intervalos determinados a lo largo de la línea del frente. Habían jurado no revelar para qué servirían, pero todos sabíamos que allí se instalarían los cilindros de gas. Un camión depositó en Cambrin un cargamento de escalas de cuerda para salir rápidamente de las trincheras.”
(...)
“El 19 de septiembre relevamos al regimiento Midlessex en Cambrin; según se nos informó, desde aquellas trincheras iniciaríamos el ataque. El bombardeo preliminar había comenzado ya una semana antes. Mientras colocaba a mis hombres en la primera línea, reconocí con bastante disgusto el mismo refugio de ametralladoras donde había visto un suicidio la primera noche de mi llegada a las trincheras. Me pareció un mal presagio. Aquél era sin lugar a dudas el bombardeo más intenso de nuestros cañones que habíamos presentado hasta entonces. Los obuses sacudían literalmente nuestras trincheras, y una espesa nube de humo ocultaba las líneas alemanas. Los proyectiles nos pasaban por encima de la cabeza sin cesar; debíamos gritar para que nuestros vecinos nos escucharan. Por las noches los disparos disminuían ligeramente, pero volvían a iniciarse al amanecer, cada vez con mayor intensidad.
—¡Maldita sea! —exclamábamos—. Seguramente ya no debe de quedar un solo ser viviente en esas trincheras.
Sin embargo continuábamos. Los alemanes respondían pero sin demasiada energía. La mayor parte de la artillería pesada la habían retirado de aquel sector, según se nos informó, y la habían enviado al frente ruso. Sufríamos más bajas por nuestros disparos cortos y por las detonaciones a nuestras espaldas que por los obuses alemanes. Gran parte de las municiones usadas por nuestras baterías procedía de Estados Unidos y contenía un alto porcentaje de bombas defectuosas. Los casos de metralla nos llovían sin cesar. Tuvimos cincuenta bajas y tres oficiales heridos, entre ellos ¡Fuera de aquí!, que recibió una herida de gravedad en la cabeza. Esto ocurría antes de que se nos proveyera de cascos de acero. Si los hubiésemos tenido desde el principio no hubiéramos sufrido ni la mitad de las bajas. Yo recibí dos heridas insignificantes en una mano, lo que me pareció un presagio de buena suerte.”
(...)
Pasaje de: Graves, Robert. “Adiós a todo eso.”
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martes, 3 de febrero de 2015
Adiós a todo eso. Literatura de La Gran Guerra II
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